miércoles, 9 de marzo de 2011

¡Frankenstein...!



"Frankenstein o el moderno Prometeo", de Mary Shelley".

En mi adolescencia, la imagen de la criatura, producto de la imaginación de Mary Shelley, me fascinó, pero me aterró, al mismo tiempo...
Cuando leí esta obra, que me parece, no sólo una altísima cima de la literatura fantástica, sino también, una auténtica obra de arte, profunda, terrible, estremeedora..., quizá no fue en el momento adecuado...
Acaso, mi sensibilidad no estaba todavía preparada para este tipo de emociones...
Durante un verano, la presencia de la criatura del Dr. Frankenstein, me acompañó en mis sueños...
Y se convirtió, años más tarde caí en la cuenta, en un símbolo de mi impotencia juvenil, frente a la vida...
Como bien dice Ramón J. Sender, en su "Crónica del alba", "...quince años..., ¡ridícula edad para un hombre...!
La misma impotencia de todo adolescente..., que se traduce en melancolía, en enamoramientos, en solitarios
paseos por el campo, en versos escritos entre lágrimas, y..., todo lo que ya sabemos de sobra...
Al contemplar el "Frankenstein" de los años treinta, con la genial interpretacón de Boris Karloff, quien, para poder soportar el peso de la monstruosa estructura que llevaba a cuestas, tenía que descansar en una especie de jergón inclinado, so pena de llegar agotado al final de cada escena, no pude sino meditar sobre los sueños imposibles del ser humano, sus quiméricos anhelos, y, el deseo pecaminoso de emular a su Creador...
¿Qué es, en realidad, "la criatura"...?
Sencillamente, la imagen, el reflejo de nosotros mismos, que, desde el barro, queremos alcanzar las estrellas.
Y caemos en el barro sin remisión, y allí terminamos nuestros días, sin haber levantado el vuelo sobre los campos, sobre las rocas nevadas, sobre anhelos, ilusiones, esperanzas..., y, en fin, sobre la muerte...
"La criatura", es un ser taciturno, que se mueve en una dirección, que tiene su propio norte, y que, detestado por los hombres, perseguido por los hombres..., se vuelve contra ellos...
Desea ser amado, y es rechazado...
Desea compañía, y sólo encuentra soledad...
Desea..., lo que todo hombre o mujer tiene a su alcance, pero que, como blasfemia viviente, no llegará jamás a conseguir...
Cuando asistí al estreno de "Alien, el 8º pasajero", inmediatamente lo asocié con la creación de Mary Shelley...
Existen diferencias, si..., pero, en el fondo, se parecen, porque son dos entes puros...
Más allá del bien y del mal...
"La criatura", lucha por ser aceptada..., y fracasa...
El "alien", lucha por la supervivencia..., y fracasa también...
Ambos son fríos, silenciosos, rodeados de un halo negro...
Marcados, cada uno de ellos, por su espantosa circunstancia...
Me atrevo a recomendar la lectura de "Frankenstein o el nuevo Prometeo", y también tengo la osadía de incitar a quienes siguen este blog, a sentarse tranquilamente, y contemplar la versión cinematográfica de los años treinta, que, acaso me equivoque, pero estoy convencido de que es la mejor de todos los tiempos.
¡Felices sueños..., y cuidado con lo que soñamos...!

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